Ártemis

Griego antiguo Ἄρτεμις
Equivalente romano Diana
Padre Zeus
Madre Leto
Tipo Dios Olímpico
Ártemis. Diosa de la caza, señora de las fieras, protectora de los animales salvajes.

Iconografía de Ártemis

Virgen y eternamente joven, Ártemis es una diosa muy femenina, atractiva de por sí. Se la representa normalmente cazando, rodeada de animales salvajes y animales de caza. También suele representarse a veces con una antorcha lunar, según la asimilación de la diosa como personificación de la Luna.

Mitología de Ártemis

Ciertas tradiciones atribuyen a la diosa como hija de Deméter, pero normalmente es considerada como hermana gemela de Apolo e hija de Leto y Zeus. Nació en Delos, antes que Apolo, y tan pronto como nació ayudó a venir al mundo a su hermano.

Permaneció virgen (Ártemis "cástitas", frente a Afrodita "voluptas"), eternamente joven, y es el prototipo de la doncella arisca, que se complacía sólo en la caza. Va armada, como su hermano, de un arco, del que se sirve contra los ciervos y también contra los humanos. Ella es quien envía a las mujeres que mueren de parto el mal que se las lleva. Sus flechas conllevan la muerte repentina, sobre todo las indoloras. Vengativa, fueron muchas las víctimas que sufrieron su cólera. Uno de sus primeros actos fue dar muerte, junto con su hermano, a los hijos de Níobe.

Ártemis tomó parte en el combate contra los Gigantes. Derribó, con ayuda de Heracles, el gigante Gratión. También causó la pérdida de otros dos monstruos, los Alóadas y el Búfago, devorador de bueyes, en Arcadia. En todo caso, entre las víctimas de Ártemis cabe destacar Orión, el cazador gigante. El motivo que le impulsó a matarlo difiere según las tradiciones: o bien Orión incurrió en la ira de la diosa por haberla desafiado a lanzar el disco, o por haber tratado de raptar a una de sus compañeras, Opis, que había mandado venir del país de los Hiperbóreos, o bien Orión había tratado de violar a la propia Ártemis, por lo cual ella le envió un escorpión que con su picadura lo mató. Destaca también la muerte de otro cazador, la de Acteón, hijo de Aristeo, también la de Meleagro. Por haberse olvidado Eneo de sacrificar a Ártemis cuando ofrendaba a todos los dioses las primicias de sus cosechas, la diosa envió contra su país un jabalí enorme. También destaca la muerte de Calisto, fruto de un flechazo a petición de Hera, para castigarla por haberse dejado seducir por Zeus. En definitiva, todas estas leyendas son relatos de cacería que presentan a la diosa salvaje, de bosques y montañas, cuyos compañeros habituales son fieras.

Por otro lado, uno de los trabajos de Heracles narra cómo el héroe había recibido de Euristeo la orden de traerle el ciervo de cuernos de oro consagrado a Ártemis. Heracles, que no quería herir ni matar al sagrado animal, lo persiguió durante todo un año, pero luego, cansado, lo mató. Inmediatamente aparecieron Ártemis y Apolo para pedirle cuentas, y el héroe logró apaciguarles cargando a Euristeo la responsabilidad de aquella persecución.

La cólera de la diosa también la recibió la familia de Ifigenia. Ya venía de lejos, pero fue renovada por unas palabras imprudentes de Agamenón, quien, habiendo cazado un ciervo, exclamó: "¡Ni la propia Ártemis podría haberlo matado así!". La diosa envió entonces una bonanza que inmovilizó toda la flota, y Tiresias, el adivino, reveló la causa del contratiempo y el único remedio, inmolar Ifigenia a Ártemis, la hija doncella del rey. Pero Ártemis no aceptó el sacrificio

El culto a Ártemis

Ártemis era honrada en todas las regiones montañosas y agrestes de Grecia. Su más célebre santuario era el de Éfeso, donde la diosa había asimilado una antiquísima divinidad asiática de la fencundiad. No obstante, fue asimilada por los antiguos como personificación de la Luna que anda errante por las montañas, del mismo modo que Apolo como personificación del Sol. Por otro lado, en el panteón helénico, la diosa ocupó el lugar de la "Señora de las Fieras", reveladda por los monumentos religiosos cretenses. También hacíase de Ártemis la protectora de las Amazonas, guerreras y cazadoras como ella, e independientes del yugo del hombre.

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